Durante más de 150 años, Alcalá se convirtió en punto estratégico de la frontera norte con el Reino de Granada. Un espacio de contacto entre dos mundos, a veces enfrentados. Era un territorio complejo y peligroso, difícil de defender, salpicado con un sinfín de construcciones fortificadas, distribuidas a ambos lados de la frontera.
La Mota cuenta con un complejo sistema de murallas; tres cinturones que la rodeaban partiendo desde la parte alta del cerro, en el entorno de la alcazaba, hasta alcanzarlos límites del arrabal Viejo.